Las vacaciones de Semana Santa se ciernen sobre nosotros. La mitad, trabajando ( gracias a Dios ) y los otros días de fiesta que Dios quiera que haga buen tiempo ( por las procesiones si, pero básicamente para obviamente salir de casa) y que los buenos hijos por delante, podamos intentar alguna excursión con el grado de stress medio, pero que al menos nos permita no estar rezando para que llegue el lunes post vacacional. ( Ah, no!!! Que es el martes).
Yo aquí, pues como lo siento lo digo. Que las vacaciones de Semana Santa en la juventud estaban llenas de playa, aventura y procesiones entre cervezas . Que no digo que volverán o no pero que ahora son muy distintas.
Y como adoro, que duda cabe a mis cuatro vástagos, por eso mismo me estremezco ante la posibidad de estar como si fueran cuatro domingos seguidos regañándoles y castigándoles ( no tenemos planes de viajes la verdad ni con adultos ni con más niños por Dios ) porque que me digan a mi SuperNanny o los de la Pedagogia Blanca ( que me encanta por cierto) como voy a evitar sin alterarme ( hecho altamente improbable) que durante quince horas que están despiertos paren de pelear y demandar atención.
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