Pero como estaba sola , pues eso, elegí una pieza de fruta y algunas cosillas y fui a pagar. Ya allí , la cajera me mira con mala cara y me pregunta que a ver que hacemos con el limón( ya en ese momento eche de menos a mi hija que lo sabe todo porque siempre va con su padre) y claro, yo así de pronto no la entendí, pues nada, que me lo llevo. Pero no lo ha pesado usted ( a estas alturas ya hemos hecho una cola muy grande). Ah, vale, perdone, quedespiste , le digo yo apuradilla y tengo que ir yo ahora a pesar el limón, digo por la cola? Pues usted vera.
Allí lo dejé, por Dios, que era uno solo. Ahora, no vuelvo a ir sin los niños: que mi hija hubiera sabido y le encanta pesar y poner precio a verduras y frutas (no se que hacen los empleados mientras , todo tan hazlo tu mismo) y mis hijos hubieran distraído a la cajera corriendo y enredando amablemente por todo el local. A lo mejor le hubieran arrancado una sonrisa.
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